La libertad de expresión comercial ha ganado una trascendental batalla gracias a la persistencia de una marca, Mitsubishi, en la defensa de sus intereses ante una denuncia de la Asociación de Usuarios de la Comunicación y las primeras sentencias condenatorias. El pleno del Supremo (ver noticia relacionada al final) ha dado finalmente la razón a la marca y ha situado claramente a la comunicación publicitaria dentro de la órbita constitucional de la libertad de expresión.
Este caso comenzó hace diez años, cuando la AUC llevó a Autocontrol un anuncio humorístico de la firma nipona obra de Remo. En él se veía a un presidente de compañía (identificado por los carteles del parking) pincharle la rueda al Galant de su director general. En una de las pocas decisiones abiertamente criticables del Jurado de Autocontrol en sus casi quince años de funcionamiento --lo que no le servía de consuelo a anunciante y agencia-- , éste dictaminó la retirada de la campaña. Mitsubishi dijo no sentirse obligada por una asociación a la que no pertenecía y se negó a hacerlo. Entonces la AUC acudió a tribunales armada con los argumentos del jurado de Autocontrol.
En aquel entonces, Autocontrol estaba en una etapa inicial tras su reconstitución en 1997. También la AUC era más proclive a acudir a la vía ordinaria. No es muy arriesgado decir que hoy ni el jurado de Autocontrol habría fallado a favor de la retirada, ni la AUC habría presentado la demanda. En este sentido, y de haberse mantenido el fallo, si añadiésemos a la desproporcionada pena impuesta en instancias inferiores los diez años que ha tardado la justicia en fallar, se habría provocado una situación cuando menos ridícula: una fuerte campaña rectificatoria de una campaña por nadie recordada (probablemente habría vuelto a circular, repitiéndose el supuesto daño), emitida cuando los usos y costumbres han cambiado enormemente. Habría sido un auténtico despropósito.
Pero no pensemos en lo que habría pasado, sino en lo que de verdad ha ocurrido, ya que, entre otras cosas, es mucho más positivo para la comunicación comercial. Por decirlo de una manera muy gráfica, la publicidad tiene a partir de ahora y por defecto, libertad de expresión. Hasta ahora era justo lo contrario. No somos juristas, pero la trascendencia de la sentencia parece enorme y no sólo de cara a litigios y denuncias, sino a legislaciones pasadas o futuras.
Ver editorial de Anuncios relacionado aquí.