Este trabajo, la verdad es que mola. Personalmente, sólo me cambiaba por ser un Antoni Daimiel de la vida y dedicarme a comentar esos maravillosos Washington-Minnesota a las 4 de la mañana cuando no te ve ni tu familia. A pesar de la presión, de los timings, de la crisis, de los concursos que se presentan los lunes, de los no-presupuestos y de que, por esa grata aplicación de la Ley de Murphy, según vas creciendo como creativo, te van apartando de ponerte a pensar para ponerte a dirigir y a politiquear.

Bueno pues, a pesar de todo eso, ser creativo (aunque sea ser director creativo) me parece un planazo. Y el día que me retire y hagamos un partido homenaje Real Creatas – Club Atlético Ejecutas (se lo advierto ya, queridos amigos de la parte cuentística de las agencias, llévense espinilleras), voy a echar casi todo de menos. Menos una cosita.
Efectivamente, sagaces lectores, esa cosita es el christmas. Los odio profundamente. Bien sea en su formato del cliente o en su versión endemoniada de la agencia.


Y es que, mis queridos amigos, es bastante cansino que el briefing sea el mismo año tras año. Un briefing que, supongo, es igualito al que le da Zapatero a sus ministros con el tema de la crisis: “Hay que hacer algo”. Y no hay más. Éste suele ser el punto de partida de cualquier felicitación navideña que se precie y luego ya, que cada uno se las componga como pueda.


En general, se procede como sigue: tras analizar un poco la coyuntura del momento actual y de localizar (si lo hay) un tema o un personaje que haya dado juego durante el año, se decide si se focaliza el asunto en él (tipo Belén Esteban for President o la simpatía de los controladores aéreos…) o se tira de tópicos. O, aún peor, una mezcla de ambos. Si se decide tirar de tópicos, se suceden un ir y venir de permutaciones de equis elementos (paz, felicidad, Reyes Magos, año nuevo, nuestros mejores deseos, Chencho is lost, mensaje de Su Majestad, amor --no la de Gran Hermano--, Santa Claus, Raphael & The Little Drummer Boy, prosperidad, Navidad…) tomados en la proporción que mejor convenga. Se remezclan y modernizan al más puro estilo DJ Tiësto y ya tenemos un christmas cool.
El resultado es interesante en un 2,6% de las muestras recibidas.
Claro que, como no es la línea editorial de esta columna el tirar la piedra y esconder la mano, aquí propongo unas soluciones para obviar este tema en lo posible:


1. Creación de la Oficina Para La Objeción De Conciencia Christmasística: se habla con el Defensor del Pueblo, que seguramente no tendrá otra cosa que hacer, y se crea una especie de Lista Robinson para creativos que no deseen participar en campañas de este tipo bien sea por motivos religiosos (si la Iglesia Maradoniana no reconoce los christmas, aquí tienen un nuevo afiliado), políticos o de cualquier otro tipo. Cuando vengan con el briefing, les muestras tu tarjeta de objetor y santas pascuas.


2. Inversión de la pasta que cuestan los christmas de anunciantes y agencias en algo de provecho. Ignoro la cantidad de la que estamos hablando, y no creo que sea como para enseñárselo a la Srta. Merkel y que nos libre del rescate que se nos avecina, vecina, pero alguna cosa se podría hacer.


3. Creación de un Christmas Estándar para todos los anunciantes y todas las agencias. El desarrollo de este christmas se haría rollo FAD y cada año le tocaría a una agencia desarrollar la creatividad para todo el mundo. Se cambia un pelín el texto y el logo, y andando. Como creador de este concepto, la agencia donde trabaje servidor de ustedes quedaría exonerada a perpetuidad de esta gratísima labor.


Espero que sus señorías tengan a bien reflexionar sobre estas humildes propuestas durante su bien merecido descanso vacacional, para que no nos pille el toro. Que, en cuanto te descuidas, es noviembre y estamos en las mismas.