Ahora que D. Mariano está on fire, resolviendo nuestros problemas a diestro y siniestro sin ningún tipo de recorte, la prima de riesgo a nivel puntos conseguidos por el Madrid en este inicio de liga, con Merkel llamándonos de usted y pidiéndonos por favor las cosas, quizás sea el momento de intentar solucionar esas inquietudes cotidianas absurdas que nos aquejan como ciudadanos del primer mundo.

Igual es porque acabo de presentar uno y tengo otros dos el lunes que viene, con lo que estoy pelín sensible, pero una de estas inquietudes recurrentes son los concursos de selección de agencia.

Los concursos solo son divertidos si los ganas. Todo lo demás es un bajón: ideas fantásticas tiradas a la basura, noches y findes a base de pizzas que no hacen ningún bien a nuestro proyecto de slimización personal, pasta invertida en recursos y en producción de piezas…

Ahí es donde propongo que entre en juego el concepto gamification. Les copio la definición wikipedística del término. Si ya saben de qué va, sean tan amables de saltarse los párrafos entrecomillados.

“La gamificación, a veces traducido al español como ludificación, jueguización o juguetización, es el uso de la mecánica de jugabilidad en contextos ajenos a los juegos, con el fin de que las personas adopten cierto comportamiento.

“La gamificación sirve para hacer el ámbito de aplicación más atractivo, y mediante el fomento de los comportamientos deseados, aprovechándose de la predisposición psicológica de los seres humanos para participar en juegos, además de en otros elementos de la psicología de la motivación humana.”

Más allá de que jueguización me parece un vocablo excelente, lo cierto es que la gamificación parece que va arrasar nuestras vidas, porque se puede aplicar en prácticamente todos los campos.

Venga, a gamificar los concursos. La cosa sería que el anunciante escogiera las agencias que considerara buenas candidatas para manejar su cuenta o su proyecto. Se les da briefing y una fecha de presentación. Hasta aquí todo normal.

Después, cada agencia elige un jurado de cuatro personas más un portavoz. Por ejemplo, por una cuestión de atractivo personal y de que las cámaras, simplemente, me adoran, yo actuaría como portavoz de McCann Worldgroup. Estos jurados, y no los anunciantes, serían los encargados de elegir la mejor propuesta de entre todas las presentadas, al más puro estilo eurovisivo.

El día de la presentación se entregaría la propuesta que sería compartida con las demás agencias participantes. Unos días después se celebraría la Gran Gala del Concurso, retransmitida por anuncios.com, en la que el/la presentador/a (conversaciones muy avanzadas con Olivia Munn) conectaría con las agencias, que emitirían su voto y que no pueden votarse a ellas mismas. En mi caso (utilizo agencias que me han sufrido, para no herir susceptibilidades) diría: “Here are the results from the McCann Jury: The Laboratory, ten points; Le Laboratoire, dix points. CP Proximity, eight points; La Proximité, huit points…”. Se suman los puntos y el que gane, gana.

Imagínense la emoción en la agencia ganadora que, si lo desea, puede interpretar su ppt al final del la gala. Y la ventaja para el anunciante, que no tendría que hacer la llamada recurrente a las agencias perdedoras, siempre embarazosa: “En primer lugar, felicitaros por vuestro gran trabajo. Habéis estado muy cerca. De hecho, llegasteis a la final, pero nos hemos decantado por otra propuesta.”.

Grand Slam
Si no les gusta ésta, tengo otra. El Grand Slam. Se seleccionan 2, 4, 8, 16 o 32 agencias y se las pone en un cuadro al estilo Roland Garros. Habría cabezas de serie en base al número de premios ganados en el último año. Después las agencias se enfrentarían una contra otra en partidos a tres briefings (o a cinco si es el cuentón) y los que ganen pasarían a la siguiente ronda hasta llegar a la gran final con toda la cuenta en juego. La agencia que gane ya tendría las campañas hechas hasta 2035, con las grandes ventajas de planificación que ello conlleva.

O si no, lo dejamos como está, que tampoco está tan mal.