Una reunión cualquiera de un día a día cualquiera para tratar un tema cualquiera de nuestra relación profesional…

Pregunta de Stanley: “JuanMa, ¿como va el tema éste que tenemos entre manos?”.

Respuesta mía: “No te preocupes, Stanley, está todo controlado”.

Craso error. Uno más de mis múltiples errores:

“No se te ocurra decirme que no me preocupe, porque yo no pienso dejar de preocuparme. Dime cómo has resuelto el tema, ¡coño!

Así era Stanley. No bajaba la guardia ni medio minuto.

Daba igual que tuviera razón o no.

Su nivel de intensidad y exigencia era siempre enorme.

Pero lo hacía porque sabía que me podía exigir y que yo iba a responder.

En los quince años que trabajé con él, le odié, le quise, le admiré, le critiqué, le acompañé y le abandoné…Pero nunca dejé de respetarle.

Porque era un grande.

Emanaba autoridad, experiencia, grandeza, sabiduría y, al mismo tiempo, cabezonería, malhumor, sequedad y, a veces, hasta cierto conservadurismo.

En mis últimos años en Delvico, me di cuenta de que nuestra relación era como la de un padre y un hijo.

Un hijo que está hasta las narices de que el padre le diga lo que tiene que hacer, y un padre que está hasta las narices de que el hijo no haga las cosas tal y como él cree que se deben hacer.

Yo le habría matado más de una vez. Pero hoy, cuando ya se ha ido, me quiero poner el primero en la fila de sus fans.

Porque esa forma de ser suya te obligaba a buscar mejorar siempre. Y se aprendía de él a cada minuto.

Ese olfato suyo para detectar el talento, para filtrar las ideas más potentes, lo acababas asimilando casi sin querer.

Y, por encima de todo, ese cariño y generosidad (como siempre destaca Luis Cuesta) que demostraba, te desarmaba incluso en los momentos más controvertidos.

Por eso, cuando ya no trabajábamos juntos, nos veíamos de vez en cuando y charlábamos con ganas.

Con la distancia del padre que sabe que el hijo ha tomado su propio rumbo, y del hijo que ha finalmente terminado de apreciar y agradecer las miles de lecciones recibidas por parte del padre.

Y con el mismo respeto y cariño de siempre.

Me ha quedado una tarea pendiente que medio me encargó…

Esta vez, aunque no sea cara a cara, no pienso decirle: “Stanley, no te preocupes, el tema está controlado.” Más bien, le diré: “Stanley, te informo, para tu satisfacción, que el tema está resuelto, tal y como me pediste”.

Se te quiere, viejo.

Juan Manuel de la Nuez es CEO de SCPF España. Trabajó en Delvico durante quince años (1988-2003) y llegó a ser director general de la agencia en Madrid