Creo que hace tiempo que este trabajo nuestro no cuenta con el respaldo ni el respeto que se le debe. Ni interna, ni externamente.

Creo que es de las pocas profesiones que no sabe cómo defender de forma consistente sus capacidades y su ejercicio continuo de aprendizaje y reinvención. Un trabajo que, basado en la creatividad, no sabe o no puede cobrar por sus ideas es un sinsentido muy caro, que quema y que no lleva a ninguna parte.

Es como si un fontanero solo pudiera cobrar por el grifo (un margen del grifo, claro) y no por el tiempo que le lleva instalarlo, ni por saber la tuerca que ha de apretar. Estos señores ponegrifos lo tienen mucho más claro que los publicitarios. Cobran por el desplazamiento, por la hora trabajada, por el material empleado y por el horario de urgencia. Las horas extras aparte. Están en su derecho. Nadie le pregunta por qué pone la arandela gris en vez de la negra, ni por qué el tubo es del 9 y no del 12, ni la forma en la que aprieta de más la rosca, ni si es a izquierda o a derecha.

Tampoco le piden veinte presupuestos, ni le cambian los conceptos, ni le modifican el precio siempre a la baja una vez realizado el trabajo. No le cambian el grifo dorado por uno plata solo porque alguien que entró al baño comentó: ”Ese grifo..., ¿no estaría mejor en plata?”; por una razón muy sencilla, ¡porque ya está puesto! Y de cambiarlo, nos cobraría entero el nuevo proyecto, como es lógico. No habría una petición de rebaja, ni un: “No me lo cobrará otra vez, porque es que esto ya lo sabe hacer usted, es igual a como lo hizo antes...”. No hay forma de medir que el paso de agua es el correcto salvo fiarse de su palabra, y que el trabajo está bien hecho y punto. Sin revisiones, sin aprobaciones de terceros y cuartos y sobre todo sin interpretaciones superfluas. O gotea, o no gotea.

Nadie le pedirá los bocetos del proyecto de fontanería en vectorial, editable y en alta, porque este señor lo lleva en su cabeza. Tampoco el ilustre señor fontanero nos los daría, porque son suyos. Know-how de la tubería española.

No habría nadie que le indicara el tiempo que debe llevarle la instalación de un sanitario, porque él es el que lo sabe. Y eso que instalar un sanitario es un trabajo medible, comparado con esto tan etéreo de tener ideas. Lo de para mañana por la mañana es un concepto que no cabe en un baño.

Nadie llama a cinco fontaneros para pedirles presupuesto, convocarlos a la casa, que pongan el grifo y el sanitario, rematar y limpiar todo, para luego mandarles un mail de tres renglones diciendo que, por un tema de presupuesto y de cambio de dirección de comunicación, finalmente no se instalarán baños en la casa. ¿Os imagináis la cara de los cinco del grifo con una llave inglesa en la mano? De película de terror, o de Berlanga, no sé...

Compañeros, a estas alturas del escrito, es obvio que este fin de semana tuve que llamar a un profesional de la fontanería por un desbarajuste en mi casa con un puto grifo dorado (y del sanitario, ni hablo).

Bien. Pues le tuve más respeto al menda del mono azul, que en una hora y cuarto me levantó más de 200 leuros por poner una cinta aislante y apretar una tuerca, que el que detecto hacia nuestras propuestas e ideas en una buena parte de los contactos con clientes de la última década. Y de los departamentos de compras, no comment.

Hacer de menos

Algo huele mal en este baño. Algo que tiene poco o nada que ver con el paso de agua, y mucho con lo interesado de hacer de menos el thinking de los demás. Interesado digo, porque algo que solo pueden hacer unos pocos con más talento, nunca puede denostarse o rebajarse por aquellos que no tienen ideas, ni saben el tiempo y esfuerzo que conlleva tenerlas.

Respetemos y defendamos nuestras ideas tanto como lo hacen otros sectores con lo suyo, y hagamos que los clientes también lo hagan. Si no damos con la idea adecuada, que al menos sientan, perciban, detecten, sepan cuántas horas de gente se ha invertido en algo que puede acabar yéndose por el sumidero en un segundo, tan solo apretando un botón, o haciendo un comentario airoso como el del grifo plateado.

Y sobre todo para acabar, pido un respeto al oficio y profesionalidad de los demás, máxime si nosotros no somos capaces de hacer lo que ellos hacen. Yo por ejemplo soy incapaz de apretar bien un tornillo, así que al señor del otro día del grifo dorado, sobre todo, R.E.S.P.E.C.T.

Mario Sánchez del Real