Como ya sabrán algunos de los que me lean habitualmente, y si no lo hacen pues se lo digo yo ahora, Sir Martin Sorrell nunca fue Santo de mi devoción. Lo de Santo va con segundas, claro, porque ni él fue nunca un santo, ni yo soy muy devoto.

Cierto es que se ha hablado ya mucho de esto, pero yo no podía resistirme a hacerlo.

Tras 33 años dando guerra, San Martin, (perdón, Sir Martin) dejó su puesto de CEO de la mayor agencia de publicidad y medios del mundo. Sorrell, convertido de santo en presunto, dejaba su puesto por una posible conducta impropia que, según comunicaba la propia compañía, “no involucra montos relevantes”. Y ¿qué serán montos no relevantes del tío mejor pagado de la industria? Ni se lo pregunten, que intuyo que será más de lo que podamos entender y mucho más de lo que podamos soportar.

Sorrell es sin duda un crack de los negocios, pero también el mayor exponente de lo que mandó al garete este negocio nuestro de la publicidad. Todo sucedió cuando de la dualidad negocio publicitario alguien sólo leyó la primera palabra (negocio) haciendo de la segunda una palabra sorda, cuando no sórdida.

Caímos en manos de financieros, de gente a la que solo mueve su afán por hacerse más y más ricos, sin más. Podían haber escogido otros negocios, pero eligieron este de la comunicación para hacer de él su personal campo de batalla.

En ello vieron una cancha interesante para además de hacer crecer sus bolsillos, rellenar sus egos en un mundillo que sinceramente, es más glamuroso que otros muchos en los que podían haber acabado siendo igual o más ricos, pero quizás menos reconocidos y aclamados.
A base de compras, fusiones, adquisiciones, disoluciones, compraventas, salidas a bolsa y demás parafernalia del Lobo de Wall Street, se cargaron a la vaca. No sé si la vaca era de oro, pero lo que es seguro es que daba leche más fresca y honesta que la suya.

Fue con la llegada de los lobos, cuando se inflaron los datos de beneficios de los grupos, junto (y fundamentalmente) a los de las centrales de medios, que poco a poco al principio y de forma machacante después, se apoderaron de todo lo que olía a revenue y que apisonaron financieramente y siguen pisoteando la leche de la vaca, la fresquita, la blanca, la intuición, el talento, las ideas, la creatividad. Sorrell no ha sido el único, claro, pero sí un alfa de los más sangrientos.

A ellos (los alfas) les daba igual, nunca vivieron de eso que tanto nos apasiona a nosotros, pobres mortales creyentes de vacas sagradas. No lo hicieron para ser mejores ni para dar mejores servicios a sus clientes, ni atender a sus empleados, sino en pro de un mayor beneficio propio. Un beneficio generado de forma mucho más rudimentaria y torpe de lo que tantos datos, analíticas y herramientas de medición propias trataban de justificar y maquillar desde los grandes grupos. Pero funcionar, funcionaba, aunque de forma tan poco creíble que hasta daba miedo, salvo por el que quisiera verlo, of course. Los demás miraron descaradamente a otro lado, incluidos soportes y clientes, porque a todos los lobos beneficiaba.
Ahora todo cambia con la llegada de la programática, y la brutal dependencia de los Googles y Facebooks de turno.

Ahora son los propios clientes los que piensan en hacer las cosas por su cuenta, directamente y sin necesidad de intermediarios caros e injustificados. Mierda de vaca.

Demasiados intereses capitalistas volando por encima de muchos y buenos profesionales del sector. Por encima de ellos estaban y están estos lobos que solo atienden a sus beneficios, por encima de todo y todos. Ellos juegan en otra liga, la de la prensa rosada, la de la carnaza gorda.

Mataron muchas vacas juntos, pero esta manada sobre todo se quedó con los prados donde antaño pastaban las grandes vacas sagradas de la publicidad. Esos que con nombre propio y grandes argumentos de gloriosas campañas y grandes conceptos convertidos en himnos en boca de la gente, resonaron y aún perduran en la memoria de muchos como los grandes publicitarios y creativos de una época dorada.

Pero esas vacas blancas no se llevaron mucho del prado.

Fueron comprados, fusionados, adquiridos, disueltos o borrados del Excel por más altas motivaciones financieras.

Otra gran mierda de vaca.

"El pastel"

Es cierto que no estamos en esto por amor al arte, que todo es un negocio y que sin buena base financiera y beneficios, difícilmente puedes acceder al talento y proyección estratégica y de valor cara al cliente, pero también lo es que donde está el pastel, que siempre ha sido y es en la compra de medios, no se han hecho las cosas bien ni de forma transparente desde hace lustros.

Ahora toca asumirlo, con esta clara apuesta de las grandes marcas anunciantes por revisar a fondo adónde van sus muchos millones gestionados por sus agencias durante años.

Aterricen como puedan señores en esta nueva etapa en las que los clientes parecen despertar y sobre todo sean capaces algunos, o mejor todos nosotros, de asumir una profunda autocrítica.

Mientras tanto, bye bye Mr Sorrell, welcome Mr. Sorry!

Mario Sánchez del Real