En marzo de 2020, el teletrabajo era, para muchos, una quimera. Hoy, en marzo de 2021, el teletrabajo es, para los mismos, el camino. Según el último estudio publicado por Adecco Group Institute, 2,86 millones de españoles teletrabajan en estos momentos, un incremento del 74,2% respecto a los datos prepandemia. Se trata de una cifra récord en España, pues supone un 14,7% del total de los ocupados según la última Encuesta de Población Activa (EPA). Sin embargo, es un dato todavía muy inferior a la media de la Unión Europea que se sitúa en un 21,5% y que encabezan países como Suecia (40,9%) u Holanda (40,1%).

España nunca ha sido la cuna del teletrabajo -y tampoco ha sido su objetivo-. El protagonismo de sectores como el comercio o el turismo en nuestra economía son, en parte, responsables de esta estadística. También la falta de marco jurídico para legislar y fomentar esta modalidad. Sin embargo, indudablemente, la razón principal ha sido nuestra cultura laboral. La tendencia al presencialismo y al control visual de la actividad, en lugar de un control más basado en resultados y productividad, es clave en este aspecto. A esto se le han sumado además criterios técnicos y de penetración digital. En los entornos de trabajo, aún había -y hay- muchos flujos de trabajo no automatizados y digitalizados que dificultaban, por tanto, el día a día si se trabaja desde casa. También hay un criterio puramente social. Nos gusta el contacto, el trato humano. La pandemia, sin embargo, no nos dejó en muchos casos otra opción. Y la pregunta es, ¿ha cambiado realmente nuestra concepción el teletrabajo?

Sin duda, desde las empresas nos hemos tenido que enfrentar a todos estos miedos y barreras. En nuestro caso, la flexibilidad siempre ha sido parte de nuestro ADN, por lo que el trabajo remoto no era un desconocido. Sin embargo, de un día para otro, pasó a convertirse en el cien por cien de nuestra jornada laboral. Procesos que se estaban implementando poco a poco, se tuvieron que instaurar de forma inmediata, suplimos el contacto físico a través de las videollamadas y las herramientas colaborativas se convirtieron en nuestras mejores amigas. Fue complejo, ya que fue imperativo. El entorno de trabajo en casa no siempre, ni para todos, fue el ideal y tuvimos que aprender e ir adaptándonos sobre la marcha. Pero también pudimos comprobar que es posible. No es una quimera.

Para los trabajadores, puede suponer múltiples beneficios. La mejor conciliación de la vida personal y laboral al tener un mayor nivel de libertad, una mayor calidad de vida al disponer de más tiempo personal, reducción de gastos al evitar las comidas fuera de casa y el transporte urbano, la posibilidad de no vivir en la ciudad o incluso en el país en el que trabajas o una mayor productividad consecuencia también del bienestar emocional. Para la empresa, por su parte, supone un importante ahorro en costes, amplía las posibilidades de incorporación de profesionales al deslocalizar a los trabajadores, promueve la innovación y el emprendimiento, es un aliciente para la retención del talento y puede traducirse mejores resultados al priorizar el trabajo por objetivos. Para la sociedad, también cuenta con múltiples beneficios como la reducción de la contaminación al limitarse los desplazamientos en coche y transporte público, menos accidentes de tráfico como consecuencia y, sobre todo, la promoción de una cultura laboral como país más madura.

En un año hemos logrado avanzar lo que nos habría llevado varios. Hay empresas que están implementando modelos mixtos, ya de forma permanente. Otras que directamente han cerrado oficinas y mudado a un modelo puro de teletrabajo para recurrir a salas de coworking cuándo así lo precisen. Asimismo, para España, puede ser toda una oportunidad. Tenemos todo el potencial para atraer a teletrabajadores de estas empresas que han decidido no tener oficinas. Trabajadores que normalmente son de alta cualificación y cuentan con buenos salarios y que contribuirían favorablemente a nuestra economía. 

Por tanto, ¿el teletrabajo ha llegado para quedarse? Desde luego todo apunta a que sí y no solo eso, sino que puede ser la puerta hacia una nueva era. Fomentemos una cultura laboral fundada en la libertad responsable. Hemos de aprovechar esta situación única y sin precedentes, para evolucionar, ser mejores. Como profesionales, como empresas, como sociedad.