A principios de 2020 recibimos la noticia de la marcha de Borja Sémper de la política. Él mismo lo anunciaba alegando su descontento con el rumbo de la política actual, con estas precisas palabras: “Convendría prestigiar a la política y que vuelva el respeto” (recogía Natalia Junquera en El País del 14 de enero de 2020). Una mala noticia, sin duda, para todos aquellos que creen que la política todavía puede ser un foro de encuentro en el desacuerdo, con perfiles y maneras más diplomáticas que belicistas.

Borja Sémper empezó su andadura política en las Nuevas Generaciones del Partido Popular Guipúzcoa en 1993, a los diecisiete años. Allí formó parte de un colectivo que, tras el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco a manos de ETA (1997), acabaría dirigiendo el PP Vasco junto a Antonio Basagoiti, Arantza Quiroga e Iñaki Oyarzábal entre otros. Durante esa época fue objetivo de la organización terrorista, que intentó asesinarlo en repetidas ocasiones, hecho que ha marcado su trayectoria y talante político.

El pasado 9 de enero, es decir tres años después del anuncio de su retirada, Alberto Núñez-Feijóo ha anunciado el fichaje del político vasco como portavoz nacional del PP para la campaña de las elecciones autonómicas y municipales de mayo del presente año. Y esta incorporación comunica, y mucho, sobre las intenciones y perspectivas de la formación de cara a los próximos meses (y puede que años). Una formación que, durante los últimos tiempos, ha estado marcada más por las dinámicas de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, e incluso por los últimos meses de Pablo Casado, que por la dirección del actual presidente Núñez-Feijóo.

En este sentido, la incorporación de Sémper como portavoz para la campaña del partido azul representa un golpe sobre la mesa por parte de la actual directiva. Una reivindicación de que la búsqueda del votante nuevo, y del de siempre, se tiene que hacer con otras maneras: rebajando la tensión política con el Gobierno y trabajando la moderación del partido. Con la entrega de este puesto a Sémper, el PP da a entender a su electorado que aspira a situarse en un centro derecha de corte más liberal que conservador, más laico que confesional y, lo que es más significativo, marcando más las distancias con Vox.

Pero no nos equivoquemos, este nuevo enfoque estratégico no significa un intento de eclipsar a la corriente más “ayusista” del partido. Feijóo sabe bien lo que le ocurrió a Casado cuando lo intentó. Este cambio táctico responde más a la necesidad del partido de captar a exvotantes de Ciudadanos y a los volátiles del socialismo. Concretamente: a los segmentos más sensibles respecto a la cuestión catalana y las reformas regulatorias impulsadas por el Gobierno de la mano de Podemos.

El reto de Sémper estará en conseguir que, con la rebaja de tono que probablemente proponga, también los partidarios de Ayuso se sumen a la campaña, y la respuesta del partido azul y sus simpatizantes sea ciertamente unitaria. Quizás su moderación, sus dotes interlocutorias, su buena imagen y su dialéctica lo consigan… Pero cabe dentro de lo posible que, tras varios intentos, el nuevo portavoz se vea arrastrado por la ola ayusista y repita las mismas dinámicas que ya le hicieron abandonar una vez, ahora hace tres años. ¡Que empiece la (pre)campaña!