Esta es una opinión (como todas) muy personal. La primera vez que tuve contacto con la idea fue en el Pabellón de Canadá en la Expo del 92, pero entonces se trataba de alta definición analógica (macro fotogramas), por cierto aún sin superar.  Aunque acabé mareado, el resultado no era malo. No sé si por comparación, la HD digital me parece que tiende a hacer el mundo más feo de lo que ya es.

Particularmente no le veo la gracia a que en un documental sobre Mijas se le puedan contar las patas a las moscas que rodean el taxi-burro. Prefiero el gozo de la luz mediterránea, tan distinta a la de Madrid y que tan suavemente vela los cielos y los paisajes, aniquilada fríamente por la HD. Ni tampoco me apetece contarle las imperfecciones cutáneas a Monica Bellucci, pongamos por caso. Prefiero ofrecerle caballerosamente el refugio de mis dioptrías para seguirla disfrutando en su estado aparente de eterna madurez. Y menos aún me interesa saber si Gasol se ha colocado por fin los dientes en su sitio. Pero me temo que esto ya no tiene remedio. La maquinaria no se puede detener y pronto estaremos todos disfrutando de un hiperrealismo de salón, haciéndonos daño en los ojos y comprobando si nuestros megapixels son más o menos finos que los del vecino porque se ven peor las motas de polvo en el plató. ¿Qué camino tomarán agencias, anunciantes y realizadores cuando la HD –con cadenas emitiendo en HD- sea una realidad global? ¿Se decidirán por el formato de moda o preferirán situar a sus productos en un universo menos agresivo, más onírico y con menos megapixels por centímetro de pack? Difícil decisión sin duda, pero quizás deberían estar haciendo ya experimentos para comprobar la diferente forma en que se recibe una misma pieza. Yo no me imagino a Michel Malka o Daniel rodando en HD. Habría sido matar su lenguaje y lo que éste le aportaba a los productos. Me imagino que el reto publicitario será para muchos productos hacer que la alta definición no parezca alta definición, igual que cuando apareció el vídeo, todo el esfuerzo pasaba por que pareciera cine. Y todavía el envase podría aguantar el reto (probablemente a costa de usar réplicas más perfectas que el original), pero los actores seguramente no. El hombre de la tónica, por seguir con el pasado, habría corrido el riesgo de ser el hombre de las gafas sucias, por ejemplo. Yo, por mi parte, lo que le pediría a los fabricantes sería un botón para bajarle definición al chisme. Si no me lo ponen me tendré que quitar las gafas.David Torrejón, director editorial de Publicaciones Profesionales