Ante los anuncios de algunas marcas de moda para jóvenes no he dejado de preguntarme cuánto iban a tardar en traspasar la voluble y muy personal barrera entre lo erótico y lo pornográfico. Seguro que para ciertas sensibilidades ya se ha sobrepasado.

No cabe duda de que hay una tendencia al alza de esos límites y tampoco de que existen marcas que juegan a situarse a caballo de ellos, en busca del escándalo o, al menos, el debate social. Un debate que surge principalmente cuando las campañas se difunden en los medios masivos, singularmente, televisión y exterior. Y es que saben bien que el debate tiene un morbo que atrae a los medios y es de imposible acuerdo. Hay mucho escrito y muchas películas filmadas que nos invitan a reflexionar sobre el asunto.
El caso es que la campaña de los zombis calientes del Getafe FC es el último ejemplo de esa evolución y además, en su caso, los límites se han violado conscientemente a través de un clip suavemente porno que forma parte de ella. No es la primera marca. Recuerdo que hace como seis años, una firma de ropa extranjera lanzó un catálogo en internet con vídeos interactivos pornográficos. Eran interactivos porque se podía clicar la prenda que caía al suelo y ver sus características. La noticia fue record de tráfico de entonces en nuestro Marketing News.

En el caso del Getafe, es seguro que como marca nunca habrá alcanzado tanta notoriedad, especialmente en la red, como ahora merced a esta campaña. ¿Es lícito? ¿Puede una marca jugar en su provecho con las contradicciones de una sociedad? Ya lo hizo, en otro plano, Oliviero Toscani para Benetton. La sociedad se ha dado algunos mecanismos, como Autocontrol, para evitar estas práticas, pero el mundo internet/viral, donde el control parental es aún casi inexistente, queda al margen de ellos.

Personalmente, en el momento en que se entregaban los premios de El Sol, me sentía incómodo, no sólo por tener las posaderas magulladas por culpa de la inacabable ceremonia, sino pensando en el momento de la entrega del premio a Sra. Rushmore ante un público tan variopinto, con niños incluidos.

Estaba claro que en mi caso el límite se había traspasado. Me pregunto si para la campaña era imprescindible rodar y difundir la película porno. Y me respondo que sin ella seguramente no habría sido lo mismo. Y también si ese premio ha beneficiado a la imagen de la publicidad española. Y eso prefiero que lo responda usted, querido lector.

David Torrejón es director editorial de Publicaciones Profesionales