Hace poco me preocupaba porque una persona de mi entorno me comentaba que mi hijo podía tener déficit de atención. Empecé a informarme al respecto y encontré una definición muy clara de este posible problema: poca capacidad de concentración y tendencia a la distracción y al aburrimiento.

¡Cuál fue mi sorpresa cuando leía una información de la BBC que afirmaba que la capacidad de concentración del ciudadano del SXXI mermaba de forma progresiva y sin retorno! Pasé de considerar que mi hijo podía tener un problema, a darme cuenta de que se trata de un síndrome o una patología que se está extendiendo por toda la población y que muy lejos de parecer diferente, mi hijo será un ciudadano “normal” entre nosotros.


Dicen que la naturaleza adictiva de la navegación por internet, de los videojuegos y del uso de las aplicaciones propuestas por los “smartphones”, puede dejarnos con una capacidad de concentración de nueve segundos. Ese sería el tiempo que tenemos antes de que nuestro cerebro tome la decisión de seguir concentrado o pasar a un nuevo tema. En un mundo con déficit de atención, vivimos saltando a una nueva conversación, a una nueva idea o a una nueva aplicación, juego o página web.


Si la atención escasea, eso quiere decir que algunas de las teorías que tenía eran coherentes con esta circunstancia. Hace poco afirmaba que vivíamos en un momento de “guerra por el tráfico” que las tiendas luchaban por hacer que los consumidores traspasaran sus puertas y cómo esto estaba haciendo por ejemplo que algunos “mitos” en términos de “retail” tuviesen sus días contados como era el caso del escaparate, que desaparece para facilitar al consumidor acceder a los productos o cómo las tiendas se convierten en “otra cosa” ofreciendo conciertos, dj´s en directo u ofertas de ocio fuera del contexto del negocio base de las marcas.


Cobra sentido entonces la importancia del fenómeno “fan”, pues en este entorno que describimos, no tenemos opción. La generación de admiradores supone una “obligación” en lugar de “una opción”, pues sin ellos, la probabilidad de captar la atención y de diferenciarnos del resto se convierte en algo difícil o casi imposible de obtener.


¿Y qué es un fan? No es sólo alguien que marca “Me gusta” en algunas redes sociales como “facebook”, es un concepto mucho más amplio que implica que esa persona, “habla de nuestra marca o producto”, “que lo recomienda” (por tanto, lo consume) y que “lo defiende a ultranza” es decir, es capaz de pelearse por defender la marca o el producto si se da la ocasión.
Por tanto y para terminar, necesitamos conocer los procesos que existen detrás de la generación de “fans” para incorporarlos en nuestras estrategias. Por tanto, de esta forma obtendremos resultados económicos tangibles de lo que esto supone y no lo gestionaremos como otra “acción más” integrada en el club de fidelización, de la que comunicamos mucho y dirigimos poco.

Elena Alfaro es socia fundadora de Emo Insights