Nadie prometió que aquella música iba a durar para siempre. Que no iba a dejar de sonar nunca. Nadie avisó de que lo nuestro se podía complicar como se ha complicado. Yo no digo que nadie engañase a nadie, solo digo que nadie dijo que las notas podían cambiar. Nadie alertó de que nos íbamos a encontrar con una banda tan gris, tan fea. Creíamos que la vida era aquello y que no podía ser de otra manera. ¿Por qué no íbamos a creerlo? Todo el mundo parecía pasarlo bien. Yo lo pasé muy bien. De eso estoy seguro. Yo, y casi todos los que conozco. Ellos también lo pasaron bien. No bien, lo pasaron mejor que bien a veces, como yo. Lo sé porque yo estaba allí.

Pero se torció. Sin que nadie avisara, se torció. No sé exactamente el día, pero un día las cosas empezaron a no sonar tan bien. La música seguía sonando, sí, pero la aguja daba algún salto sobre el vinilo de vez en cuando. Lo oíamos, claro que sí, pero qué más daba: se podía bailar, ¿no? Pues seguimos bailando. Hasta que el sonido se hizo ruido y el ruido una cacofonía irrespirable. Y dejamos de bailar. Nadie bailaba, ni reía y ya no lo pasábamos bien. Todo había cambiado.

Un ruido monótono y sordo se apoderó de todo y empezó a llenar nuestros cerebros con notas vacías. No podíamos pensar con todo eso en la cabeza. No estábamos acostumbrados a ese ruido decadente y degradado, lo nuestro era la música. Pero ya no sonaba más. Ahora sonaba otra cosa, no era música, era otra cosa.
Recuerdo que al principio tratamos de reunirnos y hacer fiestas; de encontrarnos y pasarlo bien otra vez. De acuerdo, la música había muerto y no iba a volver, pero podíamos inventar otra historia. Eso es lo que habíamos hecho siempre: inventar historias. Pues podíamos hacerlo de nuevo. Hubo intentos de hacer cosas diferentes, interesantes. Sonaron acordes de instrumentos nuevos y la gente pareció contagiarse. Algunos incluso bailaron algo, un poco. Pero duró siempre un par de acordes, no más. La cacofonía sorda, con sus notas vacías, lo silenciaba todo antes de que se nos metiera dentro de nuevo. Fueron años muy chungos, lo recuerdo.

Música
Han pasado años así. Y cuando digo años, me refiero a todos los meses que tiene cada uno de esos años, con sus semanas, sus días, sus horas, sus minutos, sus segundos y sus frames. Millones de frames sin música. Una eternidad silenciosa y perdida. Una eternidad tratando de encontrar nuestro swing de nuevo. Una eternidad oscura y sorda.

Hoy pienso en todo lo que hemos vivido todos estos años y trato de escuchar. Y a veces oigo sonidos que son notas. De un ruido o de ninguno, intuyo un ritmo o una melodía nueva, fresca. Si estoy atento, ya no oigo solo nada y ruido que es peor que nada. Algo está empezando a sonar. Estoy seguro. Y lo que suena es música. Leve, discreta, lejana, casi inaudible a veces, pero música otra vez. Mis sentidos se han afinado y estoy preparado para escucharla.

Todos estamos preparados para escucharla. Preparados para escucharla y para cuidarla como si cada nota fuese la última. Porque el silencio y el ruido nos han enseñado el valor inmenso de la música, de la buena música. La que justo ahora está empezando a sonar de nuevo.