Hace unas semanas que se celebró en Pennsylvania el magno evento llamado el Día de la Marmota, o 'Groundhog Day'. El 2 de febrero la marmota llamada Punxsutawney Phil decide si la primavera se adelanta, saliendo de su madriguera, o se vuelve a la misma, significando esto que el invierno durará seis semanas más. A tomar por saco el Meteosat.

No entraré a discutir si el tema es técnica y climatológicamente objetivo, pero lo que está claro es que gracia, tiene. Como la tiene la famosa peli de Bill Murray Groundhog Day, en España: Atrapado en el tiempo, lo cual no dice mucho de nuestros traductores, por cierto. Para el que no la conozca, un meteorólogo frustrado (Bill Cachondo Murray) queda atrapado en el pequeño pueblo de Punxsutawney debido a una tormenta de nieve. Cuando despierta a la mañana siguiente, misteriosamente volverá a vivir el mismo día una y otra vez. Y así, sucesivamente hasta el hastío.

Me siento un poco Bill. El sector publicitario lleva unos cuantos años viviendo el Día de la Marmota o, lo que es lo mismo, echando un vistazo al exterior y volviendo a su madriguera con el rabo entre las piernas, como Phil, la marmota. Son años de invierno. Lo de siempre, solo que pretendemos decir lo contrario atendiendo a una evidente necesidad de innovar y hacer cosas distintas, pero no es del todo cierto.

No me creo del todo la vaina del branded content ni de la digitalización, ni de la importancia de las redes sociales, ni de la transversalidad de los contenidos, ni de la multiplataforma, porque sencillamente no veo a los clientes creérselo tampoco. Y si se lo creen, ¿por qué no invierten en ello de forma más clara? ¿Por qué el mix no se ha convertido ya en el termosupermix? Demasiados condimentos para una cocina tan básica. Al final, donde esté una buena tortilla de patata, que se quiten las apps de mobile...

Houston, tenemos un problema, no solo hay que parecer, hay que ser. Cada día, cada semana, cada mes y cada año vemos pasar oportunidades para nuestros clientes, oportunidades que se salen del cabrito guión del día a día, y que por sistema o se pasan de largo, o se dejan en las cajoneras. No solo hablo ya de ideas y creatividades concretas, sino también de oportunidades reales de cambio de modelos de negocios o de forma de vender los mismos en un entorno bien diferente al de hace unos años. No pasa nada, o casi nada, año tras año hacemos la marmota.

Los grandes ejemplos o son casos de festivales vistos casi solo en ellos, o son pequeñísimos ejemplos de cómo hacer las cosas, sin remuneración, sin apoyo claro o con la complicidad de sus promotores y las marcas bajo mínimos. Rompo lanza a favor de unas pocas marcas y agencias que sí lo hacen, alabados sean todos ellos porque nos animan a creer.

A, B, C del bueno, del que no nos genere problemas y punto. De las primeras letras del abecedario, mucho, del sol de primavera y hacer cosas diferentes, poco. No podemos negar lo evidente, ni el mundo es digital (aunque lo sea, y mucho, ahí fuera) ni las acciones innovadoras nos sacan de pobres.

No se trata este escrito, para el que lo piense llegado a este renglón, de una pataleta de un mal día o semana, que también, sino una reflexión basada en mi análisis de lo acontecido en los últimos años, y que no hacen sino desilusionar a mucha gente nueva con razón.

Este trabajo nuestro era y posiblemente es y sobre todo será apasionante, pero necesita de una profunda renovación de sus bases y conceptos de cómo trabajar y de gente que defienda nuevas metodologías, dentro y fuera de las agencias. Esos defensores de nuevas vías atraerán no solo nuevo negocio, sino mucho talento que está deseando dejarse ver sin esconderse detrás de unas supuestas necesidades de clientes y agencias demasiado cobardes.

Ojalá Punxsutawney Phil vuelva a asomar el morro el año que viene o el siguiente y decida no volver a la madriguera, donde se está muy calentito. Demasiado.