Luigi Zingales, profesor de finanzas de la Booth School of Business de la Universidad de Chicago, y sus compañeros Luigi Guiso, del Instituto Einaudi de Economía y Finanzas, y Paola Sapienza, de la Escuela de Administración Kellogg, descubrieron que son las empresas cuyos propios empleados consideran que valoran la ética (y no necesariamente aquellas que más promocionan su cultura ética de cara al exterior) las que registraban mayores beneficios y otros indicadores de resultados sólidos.


En su estudio “El valor de la cultura empresarial”, el equipo de investigación analizó las dos dimensiones "culturales" que la mayoría de las empresas de S&P 500 promocionan en sus páginas web: la honestidad y la ética. El grupo de investigadores también se basó en los resultados de encuestas realizadas por el Great Place To Work Institute, que cada año publica la lista de las "100 mejores empresas en las que trabajar". Los datos incluían encuestas a empleados de 1000 empresas cotizadas y no cotizadas entre 2007 y 2011.


Según Zingales, descubrieron que “un alto nivel de honestidad percibida se asocia a buenos resultados en términos de productividad, rentabilidad, mejores relaciones industriales y un mayor atractivo para los posibles candidatos a un puesto de trabajo".


Los investigadores pasaron a formularse una pregunta obvia: si la cultura de la honestidad es tan valiosa, ¿por qué tantas empresas acaban perdiéndola? Para dar respuesta a este interrogante, el equipo analizó el efecto que tienen las distintas estructuras de gobierno sobre la capacidad de conservar la honestidad como valor empresarial.


"Anteriores estudios revelaron que las organizaciones incluidas en las "100 mejores empresas en las que trabajar" tienden a dominar el mercado. Podemos interpretar este resultado argumentando que el mercado subestima inicialmente el valor de la honestidad que tan importante función juega en las "100 mejores empresas en las que trabajar". Solo cuando llegan los beneficios, el mercado aprecia el valor de la honestidad", asegura Zingales. "De ser esto verdad, las empresas que cotizan en bolsa tenderán a invertir poco en honestidad, al menos a corto plazo".


Para demostrar esta hipótesis, el estudio comparó el nivel de honestidad de empresas similares que cotizan y no cotizan en bolsa. Incluso después de controlar el sector, la región, el tamaño y la composición de la mano de obra, se descubrió que las empresas que cotizan en bolsa eran menos capaces de conservar la honestidad.


"Además de cotizar, descubrimos que la única característica de gobierno empresarial significativa desde el punto de vista estadístico es la presencia de un gran accionista (con al menos una participación del 5%), que tiene una asociación negativa con el grado de honestidad. Por tanto, parece que centrarse excesivamente en maximizar el valor del accionista podría mermar la capacidad de una empresa a la hora de conservar un nivel de honestidad alto,” argumenta Zingales.

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