Por ese motivo, captar la atención de los padres e intentar agradarles, es tan importante como deleitar al consumidor final en cuestión: los más bajitos. Ellos deciden que les gusta y que no, y a partir de ahí demandan sus necesidades y deseos esperando una respuesta positiva que se traduzca en la consecución de un objetivo fijado previamente. Por lo tanto, hay que agradar los dos colectivos, sin olvidar que se trata de públicos complementarios, ya que la percepción de ambos influirá en la decisión final de consumo. Control Para agradar a los padres, se debe ejercer un control de contenidos básico, es decir, ser capaz de transmitir la idea de seguridad dirigida a los compradores, pero sin caer en lo aburrido para los niños. Se trata de ser divertido a la vez que serio, además ser capaz de hacerlo de forma ingeniosa para dos públicos tan cercanos entre sí y tan diferentes como consumidores desde el punto de vista más publicitario y comercial. Los niños se cansan rápidamente de algo que no les gusta, mientras que los padres se niegan a adquirir algo que pueda resultar peligroso o inadecuado para sus seres más queridos. Aunque la decisión final puede acabar de determinarse por aspectos más irracionales, a la hora de la verdad, los padres se inclinan más hacia factores como la calidad, la seguridad y el precio. Teniendo en cuenta estos factores, en mi opinión, la pócima mágica se extrae de la mezcla de una pizca de sal que derroche diversión y alegría regada de unas gotas de aceite que transmitan seguridad y tranquilidad, buscando el equilibrio perfecto. Hay que resultarles divertidos, pero con ciertos toques de irreverencia. ¿Cómo llamar la atención de los niños? La marca cuenta mucho, tanto en el nombre como en el diseño. Entrarle al público infantil por los ojos y por el oído es fácil, pero mantenerse es complicado. Se debe empezar por atraer la atención del niño, apelando a sus deseos. ¿Cómo? Una de las claves está en ofrecer modelos exclusivos, innovadores y actuales, reconocibles por los niños. Se trata de servirse de los personajes más famosos entre el público infantil, una de las formas más recurridas y eficaces para conseguir captar la atención de los más pequeños, resultándoles apetecibles y deseados. La diferenciación es otra de las herramientas fundamentales a tener en cuenta, y muy requerida por los anunciantes, tratar de diferenciarse de la competencia puede ser una de las claves de éxito. Y además hacerlo a través de la especialización en los productos es uno de los caminos más productivos a seguir. Utilice colores llamativos. Recuerde que los primeros colores que detectan los niños son el negro, el blanco, el rojo y el amarillo. Aplicándolos en formas sencillas buscando el contraste, se consigue una herramienta capaz de, como mínimo, llamar su atención. Acondicione un lugar para su diversión. Los niños se aburren fácilmente y eso los vuelve inquietos a ellos, y nerviosos a sus padres. Hay que idear un espacio divertido en el que confluyan todas las claves enumeradas anteriormente. En este sentido son interesantes los espacios virtuales, algo muy importante en los tiempos que corren, ya que las nuevas generaciones aprenden antes a jugar con el ordenador que a hablar, se trata de generaciones interactivas que buscan una comunicación instantánea, demandando gratificaciones inmediatas. Trátelos como pequeñas personas. A todos nos gusta sentirnos respetados y comprendidos, a los niños también. Se debe utilizar un lenguaje profesional adaptado a su nivel de comprensión, lo que les motiva a opinar y a interesarse en la compra. Los niños son sensibles a los valores añadidos, es decir a ver recompensadas de alguna forma sus acciones. Recibir un obsequio les hace sentir importantes y puede ser el camino para iniciar un diálogo con ellos. Como vemos, en los últimos años el marketing infantil ha cambiado radicalmente: se ha dejado de considerar a los niños como compradores futuros para convertirlos en consumidores inmediatos, con gustos definidos y gran injerencia en las decisiones de compra de la familia, convirtiéndolos en consumidores potenciales. De aquí surgen las reglas de oro del marketing infantil. Los niños actualmente no viven en una burbuja, sino que conviven con los adultos en un mundo mediático que los invita a comprar y disfrutar desde juguetes hasta alimentos y accesorios. A los 3 años los niños ya saben perfectamente qué quieren tener y a los 8 años realizan sus compras de manera independiente. Por tanto, el comportamiento y los gustos de esos locos bajitos, merecen toda nuestra atención.