La confianza en un prescriptor es la clave para movilizar la decisión de compra del consumidor, y esa confianza se sustenta sobre pilares como la cercanía, el contacto personal o la identificación con ese prescriptor, con su modo de vida o su forma de ver las cosas.

Hoy en día, a estas personas que condicionan nuestra toma de decisiones a la hora de comprar un producto o contratar un servicio, se les llama influencers. Pero esto no es algo nuevo: siempre hemos preguntado a nuestro vecino del taller qué coche nos recomienda comprar, o nos hemos fijado en nuestra amiga más estilosa a la hora de elegir el nuevo bolso de temporada.

Lo que ha ocurrido en los últimos años es que las redes sociales han digitalizado y amplificado este fenómeno, de manera que ahora podemos consultar las tendencias que marcan las personas con estilo o guiarnos por las recomendaciones o sugerencias de diferentes expertos en cualquier cosa que necesitemos adquirir.

El mundo de la publicidad siempre está observando los cambios sociales para adaptarse a las tendencias imperantes del momento, y así conseguir el mayor impacto y engagement posible con la sociedad a la hora de definir sus estrategias de marketing. Y las marcas no han pasado por alto la increíble oportunidad que presentan las redes sociales para llegar al público de una forma que resulta mucho menos invasiva y consigue mejor aceptación que la publicidad tradicional: a través de personas que el usuario ha elegido seguir porque tienen una conexión personal en el mundo offline, porque se siente identificado con ellas, porque las admira, porque le gusta cómo son, lo que hacen o por cualquier otro  motivo.

El marketing de influencia es joven, apenas lleva practicándose unos seis años, pero su evolución es abrumadora: en 2014, en Estados Unidos se estimaba su tamaño en 375 millones de dólares, y un año después alcanzaba los 1.500 millones, mientras que en Europa se cifraba en 650 millones. Los expertos estiman que el próximo año su peso global se situará entre 15.000 y 20.000 millones de dólares, y sólo en Instagram el volumen de negocio este año superará los 1.000 millones de dólares.

En Binfluencer clasificamos a los prescriptores que utilizan las redes sociales para transmitir un mensaje comercial a sus seguidores distinguiendo entre micro-influencers, aquellos que tienen entre 5.000 y 50.000 seguidores; influencers, a los que les siguen entre 50.000 y 200.000 personas; y macro-influencers, los que reúnen más de 200.000 seguidores.

Si bien hasta ahora las marcas han preferido, en la mayoría de los casos, buscar para sus campañas a personajes lo más conocidos posible y con la mayor red de fans o de seguidores, hoy en día esta tendencia está cambiando, y se recurre cada vez con más frecuencia a micro-influencers, pues se ha demostrado que no por ser más conocido o tener más seguidores se garantizan los mejores resultados, por lo que no siempre es rentable.

A favor de las campañas con micro-influencers

Trabajar con micro-influencers  tiene una serie de ventajas. En primer lugar, resulta mucho más económico, pues las tarifas son más razonables que los cachés desorbitados de algunos influencers de gran alcance, lo que permite contratar simultáneamente a varios para una misma campaña y facilita el retorno de la inversión (ROI).

Por otro lado, sus seguidores están mucho más segmentados y sus intereses son más específicos, de manera que resulta más sencillo apuntar con precisión certera al target de interés de la campaña.

Además, la conexión entre ellos es más auténtica, más cercana y natural, pues tienen un interés mutuo real, y eso se traduce en mayor interacción, mayor engagement y mayor probabilidad de que sus seguidores tomen la iniciativa hacia la que apuntan las recomendaciones del micro influencer. De este modo, también el tráfico que conducen hacia los sitios web de las marcas es de mayor calidad.

Finalmente, el hecho de ser personas “normales”, es decir, que no se dedican profesionalmente a esto –o al menos no es su principal fuente de ingresos–, da más frescura a sus recomendaciones. Si realizan pruebas de productos, estas son más naturales y tienen lugar en entornos reales, lo que da al micro-influencer mayor credibilidad y consigue que el seguidor se identifique realmente con lo que ve.

En definitiva, en el marketing de influencia también podría afirmarse con convicción, como en muchas otras cosas, que con frecuencia “menos es más”. Por eso, desde Binfluencer siempre recomendamos a las agencias y a las marcas que pongan en valor la cercanía, la frescura y la autenticidad de los pequeños influencers que no han decidido serlo pero, de hecho, lo son. Sin duda, cuando comprueben las métricas de resultados de su campaña, nos darán la razón.