Desde hace 10 años, tenemos a Instagram en nuestras vidas, ya sea por amor al postureo o como canal de comunicación de tu empresa. Y si hay una palabra que defina a esta red social, es “influencia” pero ¿es la influencia de hace 10 años la misma que ahora? 

La evolución de Instagram

En los primeros años de vida de la plataforma la influencia era sinónimo de aspiración. Personas y marcas publicaban fotos retocadas con filtros con la ambición de convertirse en referentes de forma superficial para otras personas en un tema concreto o, dicho de otra manera, sentirse los más guais en lo suyo. Con los años, esta influencia de aspiración se fue transformando en influencia de inspiración y con ella fueron apareciendo nuevas utilidades en la plataforma como herramientas de edición, stories, stickers, lives… que permiten conectar más con las comunidades y dar rienda suelta a la creatividad. Es aquí donde empieza la gran era de los influencers. Ya no solo nos sentimos influenciados porque alguien parezca lo más en un tema, sino que tiene que demostrarlo ofreciendo a sus seguidores contenido acorde. 

Es durante el 2020 cuando empieza a percibirse un cambio de paradigma en Instagram. La inspiración se está quedando en un segundo plano mientras que es la información la que adquiere todo el protagonismo e interés de las personas. En España podemos ver este fenómeno con el éxito de perfiles como @códigonuevo o @freeda_es. La esencia individualista está caducando y las personas cada vez necesitan más del colectivo, un colectivo que les informe y abra miras para llevar una vida más conectada con ellos mismos.

La evolución de las métricas como consecuencia

En mi opinión, pasaremos de dar tanto peso a las métricas que nos exponen y muestran nuestro materialismo como a los likes (especialmente) y comentarios, pasando a dárselo a métricas más sutiles e íntimas como podrían ser los tiempos de visualización por post, shares y veces guardados. Porque seamos sinceros, ¿quién no ha cotilleado alguna vez a alguien que le cae mal pero que le encanta su estilo, por ejemplo? No nos vamos a evidenciar dándole un like a esa persona, ¿no? Pero sí le vamos a regalar nuestro tiempo. Incluso, en el punto opuesto, a veces nos interesa tanto un post informativo que podemos dedicarle minutos a leerlo con detenimiento, pero luego se nos olvida darle un like. Aunque este post no quedase sellado bajo un corazón, sin duda sería un post de alta calidad.

Como resultado, sería normal que apareciesen nuevas métricas o que cambiasen el valor de las actuales, para que nos permitan analizar mejor la calidad y efectividad de la comunicación en la plataforma bajo este nuevo paradigma.

¿Qué rol juegan las marcas en todo esto?

Como primer eslabón de la Generación Z que soy, he vivido mi adolescencia de la mano de las redes sociales, especialmente Instagram. Al principio la relación que teníamos con las marcas en este entorno era de referentes de diversos estatus sociales. Actualmente en cambio, nos relacionamos con las marcas de tú a tú y nos abrimos a ellas para que puedan darnos lo que necesitamos de forma más colaborativa. 

Ante este escenario de información, activismo y colectivo, las marcas deben empezar a preguntarse quién son en vez qué son. Planteándose cuál es su propósito interno, desde una visión más consciente. La razón de ser de las marcas no estará tanto en cómo “enganchar” a la gente con sus productos/servicios, sino en abrirse en canal al mundo para encontrar una comunidad de gente afín con valores e intereses comunes que se puedan enriquecer entre sí. El rol de las marcas, al igual que el de los nuevos modelos de influencers y creators, será el de ser los precursores del cambio e impulsores de colectivos. Ser algo o alguien a lo que aspirar superficialmente es cosa del pasado.