
Básicamente son dos los problemas, según el estudio. El primero es un incremento de la desigualdad en las expectativas ante el consumo que hace que una amplia proporción de los consumidores no estén en condiciones de incrementar sus niveles de consumo.
Segundo, el hecho de que se mantenga la desconfianza hacia las marcas. El tema de las marcas y su relación con los consumidores se adivina clave en el futuro: las marcas de la distribución están perdiendo su atractivo pero lo que se abre es un periodo en el que los consumidores comparan entre marcas.
Las marcas fabricantes van a tener que seguir haciendo esfuerzos para recuperar la lealtad de sus consumidores. La deslealtad es la moneda de cambio de los consumidores a una crisis en la que se sintieron abandonados por las “instituciones” o por el “sistema”, explica el informe. El recurso a las marcas de la distribución va quedando atrás (lo que supondrá un reto para estas marcas al tener que adaptarse a un nuevo mercado) pero no se ha sustituido por la lealtad a las marcas fabricantes, sino por la comparación entre ellas, es decir, por una deslealtad generalizada y articulada en comportamientos socialmente asumidos.
Los consumidores acabaron teniendo la sensación de que las marcas habían abusado de su posición con los precios y que se desentendían de sus aprensiones en mitad de la crisis, por lo que ahora recuperar su lealtad va a ser muy complicado. Es muy llamativo que en esta fase de “apertura” tras la crisis, el recurso a nuevas marcas parece poco atractivo, lo que debe interpretarse como un síntoma más de las cautelas que los consumidores toman en la salida de la crisis.