
Este porcentaje, desde hace unos meses, oscila entre el 25% y el 30%. La preferencia por las marcas se ha elevado al 25,4%, pero no despega. Sigue lejos de los porcentajes de fidelidad a las marcas de fabricante anteriores a la crisis. Según la consultora, es muy llamativo que este indicador esté casi congelado desde hace años. La desconfianza hacia la marcas ha cristalizado en que casi un tercio de los consumidores que opina que lo mejor es comparar entre distintas referencias a la hora de comprar, es decir, se han roto sus lazos de lealtad. La sensación de agobio y la pulsión de dar prioridad a los precios ha pasado.
En todo caso, el precio sigue siendo uno de los elementos esenciales de la decisión de compra, en especial, entre los sectores de menores niveles de renta. Lo que se mantiene en mínimos es la idea de probar entre marcas nuevas.
En general, se ha asentado la idea de recuperación, básicamente identificada con estabilización de la economía, en el sentido de que se ha superado la etapa de sobresaltos, y la estabilidad en el empleo. Las expectativas de consumo para gastos en productos y servicios de coste moderado han mejorado, pero sigue habiendo alergia y resistencia a gastos que impliquen compromisos a largo plazo y a los productos financieros complicados.
En todo caso, esta sensación positiva está cruzada por una percepción de la recuperación muy desigual según status sociales. Por encima de la realidad, se ha asentado la idea de recuperación “diferencial” en la que unos sectores están capturando los eventuales beneficios de la recuperación. Por otro lado, la imagen del país sigue siendo muy débil, aunque alejada de la fase en la que parecía, que pensar que estaba muy mal, era un placer casi morboso. Las cosas se ven ahora con más objetividad y hay un discurso más racional sobre los problemas del país.