Sin embargo, la irrupción del comercio electrónico en realidad no supone una disyuntiva en el consumidor, entre si compra online u offline, sino que en realidad convergen y son complementarios.  No obstante, hay algunos espacios físicos que están perdiendo protagonismo claramente frente al digital. Es el caso de las agencias de viaje, pues sólo un 9% acude más a ellas que a internet. Y lo mismo sucede con las entradas a espectáculos, ya que apenas un 11% suele hacer cola en taquilla con más frecuencia que navegar en la red y llevárselas puestas a la sesión de turno.

 

¿Y la cesta de la compra?

Al contrario que con el ocio, el entretenimiento y la ropa, la alimentación también es online para sólo un 14% de consumidores, mientras que apenas uno de cada diez compra así productos frescos, y es que hay determinadas categorías de la cesta de la compra aún muy incipientes en esto del comercio electrónico. Lo mismo sucede con los productos de limpieza (10%), vino y bebidas alcohólicas (8%) y artículos para bebé (7%), todavía más asociados a la visita física al establecimiento.

De hecho, es mucho mayor el porcentaje de personas que hacen la compra más offline que online, en concreto más del 50% pisa más la tienda para comprar productos frescos, alimentación envasada, productos para bebé o artículos de cuidado del hogar. Por el contrario, apenas entre un 10-20% suele preferir el tacto de un ratón o una pantalla al de un carro de la compra para adquirir estos productos.

Por otro lado, si bien hacer la compra en internet todavía está pendiente de dar su salto definitivo, los pedidos online de comida ya preparada poco a poco van irrumpiendo con fuerza en los hogares, de tal modo que uno de cada cuatro consumidores ya ha probado las mieles del canal horeca digital. Y lo mismo sucede con los productos de belleza y cuidado personal, que ya un 27% sabe lo que es comprarlos mirando una pantalla.

Según Gustavo Núñez, director general de Nielsen España y Portugal, “la puerta de entrada tradicional al comercio electrónico es la compra de servicios, como puede ser un viaje, o los llamados bienes duraderos, como la electrónica, videojuegos, libros, etc. En cambio a los productos consumibles les cuesta más afianzarse en el consumidor, aunque algunos empiezan ya a destacar como los pedidos de comida o los productos de belleza, categorías que satisfacen momentos puntuales de necesidad y que están encontrando su hueco virtual dentro de los hábitos del consumidor”.