Hablar hoy de tendencias tecnológicas no es hablar de tecnologías; no es promover aquello que puedes comprar o adquirir a cambio de un precio. Es hablar sobre innovación, qué hacer con la tecnología y cómo conseguir una visión horizontal de tu empresa que te ayude a tomar mejores decisiones y con mayor rapidez. Hablar de tendencias tecnológicas es hablar de cambio, cultura, marca y competitividad. En un entorno impredecible, nuestro sistema debe ser ‘antifrágil’, debe poder adaptarse a las nuevas necesidades que surgen de un cambio constante. El sentido de todo esto es sólo uno: orientar nuestra marca de la mejor manera posible al cliente. Conocerle, superar sus expectativas, servirle y acompañarle en un camino de éxito. Por ello decimos que la innovación es el nuevo ADN, una forma de vida.

La transformación digital ya no es nada nuevo. El término está a la orden del día. ¿Qué negocio, por distinto que sea su sector o su envergadura, no ha digitalizado ya parte o todos sus procesos? La pregunta es, ¿cuántos han desarrollado una estrategia de transformación y han abordado los retos que esto conlleva? Podríamos pensar que con distintos sistemas ya estamos funcionando como marca digital, pero tenemos que ir más allá: ser capaces de entender y ofrecer mejores experiencias a nuestro cliente, que nos reconozcan como marca, como jugador de primera en nuestro sector.

¿Qué debemos hacer? Los denominados “Digital Workplace” surgen como respuesta innovadora a los nuevos retos de la organización. Hay una emergencia en la visión integral de los procesos empresariales, que podemos resumirla en cinco grandes ámbitos: Plataformas colaborativas, visión integradora transversal, inclusión de la economía de los datos, visión holística de la organización y centradas en las personas. Veamos cada uno de estos puntos en más detalle.

En primer lugar, necesitamos conocer las nuevas reglas de juego y, entre ellas, la principal: aceptar el cambio como contexto. Abrirnos a descubrir, aprender y adelantarnos. Contar con las materias primas que nos ayuden a gestionar las nuevas exigencias para competir con éxito. La primera de ellas es la información, “la economía basada en los datos”. Todos los días obtenemos, almacenamos y ‘’gestionamos’’ mucha información. Pero esta información debe cobrar un sentido para ser amortizada en su vida útil. ¿Qué activo hay en una organización más valioso que el conocimiento? La famosa frase ‘’saber es poder’’ cobra todo el sentido en la era digital. Esta visión orientada a los datos implica soportar la monitorización intensiva de nuestro negocio desde varios puntos de vista: supervisión y control, optimización de procesos y simulación. Con todo ello, obtenemos la posibilidad de tomar decisiones estratégicas y tácticas bien fundadas.

Si conseguimos que el negocio funcione en su totalidad en una misma plataforma colaborativa, la correlación de datos y el contraste de información pueden descubrirnos áreas de mejora, nuevos “insights”, incluso nuevas formas de enfocar y entender nuestro negocio. Estas plataformas son el punto de partida a nivel organizacional. A partir de ahí podremos poner el foco en innovar, en crear valor y ofrecer una respuesta a nuestros clientes que vaya más allá de lo esperado cada día, en cada contacto.

Por ello las tecnologías más innovadoras prescinden del código y se basan en la semántica, en el conocimiento. De esta forma generamos sistemas más sostenibles. Otorgamos al dato una vida más larga, más valiosa, y no queda anclado en un sistema rígido para finalmente perderse. Ponemos en valor la lógica del negocio. Y es que la siguiente regla ineludible es hablar de personas, su talento y su contribución a un proceso colaborativo sin límites.

Si entendemos la tecnología como una herramienta al servicio de las personas, se convertirá en una herramienta 360º al servicio de cada función, cada proceso, cada individuo en una organización. La visión holística y transversal ayudará a elevar al máximo el valor de cada área de nuestro negocio.

Debemos entender nuestro sistema digital como un engranaje que se nutre de experiencias y de información según lo diseñemos, y que es capaz de aprender y de automatizar procesos y respuestas nuevas. La analítica se produce en tiempo real, y la capacidad de reacción marca la diferencia. Combinando el poder agile para medir, decidir y ejecutar con eficiencia, con las nuevas posibilidades y tendencias tecnológicas, podemos y debemos pensar en grande.

Cuanto más acerquemos la tecnología a las personas, más alcance conseguiremos como marca digital. Es imprescindible situar a las personas al mando del sistema para que este integre y promueva los valores y la misión de negocio. Esta es una cosmovisión esencial hoy: la tecnología está para ayudar a las personas a mejorar en su trabajo, no es al revés, como muchos autores nos están diciendo. Las personas no somos irrelevantes en el nuevo mundo, sino esenciales. La cultura corporativa ha de anclarse en valores, capacidades y atributos que ayuden a cohesionar y a trabajar con objetivos comunes, con pasión y exigencia, adoptando el cambio y con motivación intrínseca hacia la satisfacción del cliente.

Vivimos un momento apasionante, cargado de nuevas oportunidades. Un mundo para visionarios, conquistadores y apasionados por cómo, hoy más que nunca, la tecnología puede ayudar a mejorar el mundo y a estar más cerca de sus protagonistas: Las personas.