
La Generación Z, tradicionalmente vista como un conjunto homogéneo, se está fragmentando en dos grupos con identidades diferenciadas. Así lo revela el informe “The Great Gen Z Divide” elaborado por Edelman, que distingue entre la Gen Z 1.0 (23-29 años) y la Gen Z 2.0 (13-22 años), cada una con una visión del mundo y una relación con las marcas muy distintas.
Dos generaciones bajo una misma etiqueta
El estudio señala que los mayores de la Generación Z crecieron en un entorno marcado por movimientos progresistas y una mayor confianza en instituciones y marcas. En cambio, los más jóvenes han sido moldeados por la pandemia, la saturación informativa y plataformas como TikTok, lo que ha derivado en un perfil más individualista, irónico y desconfiado.
Mientras la Gen Z 1.0 participa activamente en comunidades digitales y otorga su confianza hasta que se le defrauda, la Gen Z 2.0 prioriza narrativas rápidas, el uso de memes y se muestra escéptica hasta que se le demuestra lo contrario. Esta división no implica una fractura generacional, sino la coexistencia de múltiples voces que influyen de forma diversa en la cultura y el consumo.
Nuevos retos para las marcas que quieren conquistar a la Generación Z
Los datos muestran que el 65% de esta generación confía en las marcas que utiliza, frente al 56% que confía en medios de comunicación y el 55% en empresas. Además, el 72% de la Gen Z 2.0 utiliza inteligencia artificial semanalmente, y existen diferencias significativas en temas sociales como el feminismo, donde se detecta una brecha de 21 puntos entre hombres y mujeres jóvenes.
Según el estudio, la Gen Z busca experiencias cercanas y personalizadas, espacios offline para desconectar y marcas que aporten valor real a su día a día. Un 72% espera que las marcas les ayuden a “sentirse bien”, un 66% desea herramientas para generar impacto positivo y un 58% valora las oportunidades de comunidad.
El informe sugiere que las marcas más exitosas serán aquellas capaces de reflejar la cultura ya existente en esta generación, sin intentar imponer discursos externos. Acciones como facilitar espacios presenciales, generar contenidos en los canales habituales de los jóvenes o apoyar causas sociales desde la cotidianidad pueden marcar la diferencia.